"¿Cómo harías el amor si fueras libre?" | Pablo Más 🎧
Una conversación con Pablo Más sobre los desafíos sexuales de los hombres y maneras de transformarlos en conocimiento, soberanía y placer.
Pablo Mas es educador sexual argentino y “activista por la transformación de masculinidades”. En el Club de los Penes Tristes me introdujeron a su trabajo y quedé enganchado. No conozco otra persona en el mundo hispanohablante que describa mejor los desafíos sexuales de los hombres –eso que nos avergüenza y solemos callar–, y que además proponga prácticas realistas y honestas para convertirlos en autoconocimiento y relaciones más sanas.
Llevo casi dos décadas sintiéndome estrecho en las ideas que aprendí sobre lo que significa ser hombre; llevo años tratando de darle la vuelta a mis propias frustraciones e insatisfacciones sexuales; he leído mucho y he escrito sobre el tema; y no exagero cuando digo que esta conversación con Pablo ha sido uno de los espacios más estimulantes que he vivido en esto de transformar la masculinidad.
Pueden escuchar el episodio en Spotify o donde sea que escuchen podcasts. También pueden leer una versión resumida más abajo. Si les parece valiosa, ayúdenme compartiéndola con alguien a quien crea que le puede servir. Abrazos y gracias por acompañarme en esto.
Jorge: Pablo, ¿cuáles son las frustraciones o desafíos sexuales más comunes en los hombres que acompañas?
Pablo: Son frustraciones e insatisfacciones que veo primero en mí. Vivimos una sexualidad cargada de mandatos, de ansiedades y de prisas. Tenemos una tendencia a no nombrar lo que nos duele, lo que nos desafía o incomoda. Intentamos que no se nos note que tenemos miedo de perder una erección, que no se nos note que estamos cansados, que no se nos note que nos sentimos abrumados o avasallados por la otra persona, que no se nos note que no sabemos cómo. Así generamos esa fachada de hombre resuelto, una fachada que no tiene que ver necesariamente con nuestros verdaderos deseos y necesidades.
J: ¿Hay mucha soledad en quienes te buscan?
P: Sí, la mayoría de hombres con los que trabajo no tienen un confidente o un grupo de pertenencia. A veces ni siquiera se abren con sus parejas. No hay un espacio donde puedan nombrar lo que les pesa, lo que les cuesta, lo que los desafía. Vienen de esa narrativa de que debemos poder solos con nuestra vida, y que ablandarse o desmoronarse frente a alguien es el desmoronamiento de la masculinidad misma. Tanto la narrativa del hombre viril porno, como la del hombre eficiente, productivo y proveedor de esta cultura, no dan mucha cabida al hecho de que la vida nos desafía. Nadie tiene a la sexualidad o a la vincularidad humana bajo control o resueltas: son intrínsecamente desafiantes.
J: ¿Por qué crees que es en la sexualidad donde se instalan los bloqueos, ansiedades e inseguridades de tantos hombres?
P: La sexualidad es un aspecto central de la vida. Yo digo que hacemos el amor como vivimos, y vivimos como hacemos el amor. El encuentro sexual, el entendimiento de quién soy, mi relación con mi cuerpo, mi deseo, mi intimidad, mis dolores, mis miedos y fantasías son un microcosmos de mi vida. Tendemos a querer separar al encuentro sexual de la vida. Creemos que el encuentro sexual debe ser performático, perfecto, eficiente. Entonces la gran contradicción es querer desempeñarnos como si nuestro cuerpo fuera una máquina, cuando en el encuentro sexual se expresa de manera más o menos consciente todo el ser humano que somos.
Desde la narrativa del hombre potente, proveedor de orgasmos, proveedor de placer, etc., no hay cabida para lo vulnerable, para el dolor, para el cansancio, para la tristeza, e incluso a veces para el amor mismo. Entonces ese hombre –educado en la productividad, en la eficiencia– se ve con pocas herramientas para ir más allá de una sexualidad basada en objetivos y repeticiones. Además, culturalmente, muchos hombres buscan validar su masculinidad en el encuentro sexual: creemos que es ahí donde la masculinidad se realiza o se destruye.
J: He estado ahí, y es tormentoso. Es un sufrimiento permanente, no importa la calidad del encuentro. Incluso me llenaba de ansiedad después de los encuentros sexuales más profundos y bellos: temía no poder “mantener el nivel” en la siguiente oportunidad…
P: La trampa es que esto no termina. Si el encuentro es satisfactorio, la vara queda muy alta y el próximo encuentro no puede ser menos. Y si de repente sucede algo que no quería que sucediera –perdí la erección, eyaculé muy pronto, la otra persona parece no haber disfrutado, etc.–, es una muerte identitaria. Desde ahí se vive la sexualidad como un examen interminable.
J: Es que uno siente que todo está en juego, que corre el riesgo de perder su valor si las cosas no salen como espera. El placer no es la prioridad, importa más el desempeño.
P: Tal vez el gran miedo es perder la erección, por ejemplo. Suceda o no suceda, esa ansiedad constante nos desconecta del proceso de placer. Nos desconecta de lo real, del cuerpo, de la respiración, de lo que le está sucediendo a mi pareja. Soy una conferencia mental de voces diciéndome qué tengo que hacer y qué no, trayéndome imágenes incómodas de lo que podría suceder si “fallo”.
Esa idea de la perfección del encuentro sexual tiene que ver con la educación del porno: los videos son igual de intensos, siempre repiten las mismas coreografías, nadie pierde una erección, nadie eyacula antes de tiempo, nadie se vulnerabiliza de repente y dice “Ahora no lo estoy pasando bien. Vamos más despacio”. Nadie le pregunta a la otra persona “¿Cómo te sentís? ¿Estás bien así? ¿Querés que paremos?” Nadie llora. Nadie se ríe.
J: No hay fracaso. No se puede salir del guión…
P: Vos decís “no hay fracaso”, pero en el amor y en la vincularidad humana siempre hay un fracaso. Porque este personaje que yo creo ser entra en diálogo con la información que me trae otro y, en algún punto, partes de mi personalidad conocida fracasan: me doy cuenta de que las cosas no eran como yo creí que eran. Y esa es la posibilidad de crecer.
J: Qué belleza. Nunca lo había pensado así.
P: Sí. Dicen los sabios de tantas culturas que en el camino del crecimiento humano necesitamos morirnos varias veces. Y no hablan de una muerte física, sino de la personalidad, de quién creo ser, de los que valoro. La sexualidad nos interpela ahí.
J: ¿Y entonces cómo se transforman esos fracasos o muertes en conocimiento y más libertad?
Si nos quedamos desde las narrativas del porno, nos vamos a frustrar ante cada desafío de la sexualidad. Pero otra opción es abrirnos a la posiblidad de mirarnos en el espejo que nos devuelven esos retos: ¿cuáles son mis miedos y mis exigencias? ¿Cuáles son mis creencias y culpas y vergüenzas? Todo eso es un espejo nutritivo que nos invita no a tener mejor sexo sino a vivir mejor la vida.
Necesitamos salirnos del paradigma performático-perfeccionista y entender que el encuentro sexual es un reflejo de la vida que estamos viviendo. Al transformarnos y liberarnos en la sexualidad, nutrimos nuestra vida cotidiana, y viceversa.
J: ¿Cuáles son los incentivos para que un hombre se atreva a vivir esta transformación? Estamos enseñados a que la identidad es rígida, monolítica, y le tenemos pavor a la muerte. ¿De qué forma convencer a más hombres a explorar la sexualidad por fuera de lo aprendido, a dejar morir las ideas sobre las que construyeron su imagen?
P: La sexualidad puede ser una de las grandes fuentes de felicidad del ser humano. Sin embargo, abrirnos al placer es abrirnos también al dolor. Venimos de una cultura que esconde los rastros de la muerte. Pero si miramos a la naturaleza –más allá de este laberinto de cemento y pantallas que nos hemos inventado– la muerte está presente todo el tiempo. Todo muere para vivir. Entonces en estos procesos de crecimiento personal y comunitario la pregunta motor siempre es: ¿Qué vida quiero caminar? ¿Cómo quiero hacer el amor? ¿Cómo haría el amor si fuera libre? ¿Cómo haría el amor si no me dejara gobernar por estas narrativas del deber ser? ¿Cómo haría el amor si no tuviera miedo de amar?
J: Me interesa que hables de la consciencia del dolor propio como condición para el placer.
P: Hoy se habla mucho de la responsabilidad afectiva en las relaciones, de los vínculos empáticos. Pero se queda en un mero discurso. En la práctica, contactar con el dolor es una forma de morir. Si conecto con mi propio dolor, si le doy vía al llanto en mi vida, si le doy vía al gemido, se empieza a romper la historia que me conté de quién debo ser para ser amado. Si dejo de ser el hombre que se espera que sea, ¿quién me va a querer? ¿Quién me va a elegir? Todo se pone en cuestión. Es un salto al vacío, es exponerse a la incertidumbre, vivir desde una narrativa muy diferente a la del hombre que tiene el sexo y la vida bajo control.
J: Por eso te pregunto por los incentivos para transitar ese vacío. Hay momentos en los que me he atrevido a recorrer el camino; pero muchas veces me devuelvo a mi jaula porque la incertidumbre es abrumadora y desgastante. ¿Hay algo que me pueda servir como hilo de seguridad mientras cruzo esa muerte?
P: ¿Cómo salir de ahí? Preguntándote qué vida querés vivir, y qué vida estás viviendo. El proceso de trabajar la sexualidad no solamente se trata de follar mejor. En mis talleres no hablo mucho de juguetes sexuales, o de técnicas para el mejor orgasmo. Porque creo que en última instancia el proceso de ser íntegros en nuestra sexualidad es el proceso de conectar con la vitalidad. Hay que pegarnos un cachetazo amoroso, placentero y doloroso, que nos saque de la nada. Otra vez, ¿qué vida quiero caminar y cómo quiero hacer el amor?
J: Dices que el fin de esta transformación no es “follar mejor”. ¿Qué te orienta a ti en esta búsqueda?
P: El fin último de toda espiritualidad (incluso de la política y la ciencia) es el buen vivir, la buena vida. Es vivir en honestidad con vos mismo, y en honestidad con todas tus relaciones. Porque la sexualidad es el centro del tejido de las relaciones que nos hacen humanos.
Hay un rezo de muchas cosmovisiones americanas: “por todas mis relaciones”. ¿Qué significa? Que el crecimiento como ser humano, el crecimiento espiritual, es llevar verdad, luz, crecimiento, nutrición y justicia a todas mis relaciones. ¿Cuáles son todas mis relaciones? La relación conmigo mismo, con mi cuerpo, con los territorios, con mis parejas sexuales, con mi dolor, con mi deseo, con mi pasado y mi presente, con las narrativas que gobiernan mi mente. La sexualidad es el núcleo de todo eso. ¿Entonces cuál es la invitación para atravesar la incomodidad? Vivir una vida ancha, una vida honesta, una vida donde ser hombre tenga que ver con un sentido propio de la nobleza y no con la culpa.
J: Algo que me gusta mucho de cómo te acercas a este tema es que tú nunca prometes que el dolor va a pasar. Por el contrario, propones que el dolor es parte de la experiencia humana y sostiene al placer.
P: Sí, es una experiencia definitiva de lo humano. Hay un término que me inventé: la dolorósfera. En el mundo hay una dolorósfera, una experiencia del dolor de la cual todos formamos parte. Darle un lugar comunitario a la experiencia del dolor ayuda a aliviarlo, por eso son valiosos los encuentros de hombres. Si le vamos a dar un lugar al dolor en nuestra vida, si queremos dejar de huirle, si queremos crecer desde nuestra herida, mejor hacerlo en comunidad, sabiendo que lo que a mí me duele también le duele a otro, y que además puedo escuchar y ser escuchado, abrazar y ser abrazado.
Terminando el 2023 tuve una crisis personal, y pasé creo que tres meses permitiéndome llorar todos los días. Entonces, volviendo al rezo de “por todas mis relaciones”, me pregunté ¿cuál es mi vínculo con el dolor? En lo personal me di cuenta de que la pregunta no es ni el por qué ni el para qué del dolor, sino el cómo. ¿Cómo lo transito? Ahí me puedo empezar a hacer preguntas: ¿Lo voy a tapar? ¿Me voy a escapar? ¿Me voy a hundir de manera autodestructiva? ¿Voy a aprender a entrar y salir de la manera más nutritiva y que me traiga mayor paz mental? ¿Lo voy a hacer solo o voy a pedir ayuda? ¿Lo voy a vivir con un cuerpo sedentario tirado en un sofá, o lo voy a vivir en relación con un cuerpo que intento vitalizar?
Entonces ¿hay una receta para que el dolor desaparezca de nuestra vida? No. Pero vincularnos con esa experiencia del dolor desde lo más cotidiano nos devuelve una agencia real para poder crecer.
J: Esto es muy bello porque estamos hablando del dolor, pero, al mismo tiempo, estamos hablando de creatividad. Tratamos de crear otras formas de ser hombre porque las actuales nos duelen. ¿Cómo entiendes tú la relación entre creatividad y sexualidad?
P: La creatividad es la autoexpresión de quienes somos. Hay un libro fascinante que se llama Free Play, de Stephen Nachmanovich, un músico que empieza escribiendo sobre la improvisación en la música pero que termina escribiendo sobre la improvisación como forma de vida. En un momento él pregunta, ¿cómo se aprende a improvisar? Y más abajo dice que, en realidad, la respuesta es otra pregunta: ¿qué es lo que nos impide improvisar?
Es una gran pregunta. En mi cuerpo, en mi psique, en mis narrativas, en mi vida hoy, ¿qué es lo que me impide autoexpresarme con honestidad? La creatividad es libertad, y la libertad es creatividad, y el encuentro sexual empieza en ese equilibrio. El porno, lo mecánico, los objetivos, los miedos, los silencios, aniquilan la creatividad. Cuando nos convencemos de que en el sexo nada puede ser creado, nos convencemos también de que en la vida y en la sociedad nada puede ser transformado.
En esta cultura, el cuerpo masculino está construido desde la rigidez, la productividad, la eficiencia y la fuerza. Si los hombres solamente bailamos cuando tomamos alcohol, si nos cuesta emprender la exploración artística, si somos más reticentes a cualquier cosa que tenga que ver con ablandar la armadura corporal, pues vamos al encuentro sexual –que podría ser ese espacio de sacarnos las corazas sociales– a endurecerlas más. La búsqueda de la sexualidad en honestidad es la búsqueda de la creatividad, de emprender el camino imperfecto de una vida creativa
J: Muchas gracias, Pablo. Espero que este sea el comienzo de una conversación larga. Abrazos.
P: Un gran abrazo, Jorge.
Sigan a Pablo en Instagram para enterarse sobre sus cursos y talleres: @pablo.mas.
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